Texts about ...from portrait to self-portrait... project
Un carrete, ¿te acuerdas, Antonio? Primero iba a ser sólo un carrete. ¿De veinticuatro? ¿De treinta y seis? Porque doce eran pocos. Algo así como un top teen con dos suplentes. O uno menos que los Trece de la Fama. No, no, doce no, hay demasiados doces, los doce apóstoles, las doce tribus, las doce sillas, los doce trabajos de Hércules, los doce pasos de los alcohólicos anónimos, doce hombres sin piedad, doce del patíbulo, doce monos, las doce campanadas, las doce uvas y, ya el colmo, los doce meses, los doce signos, el zodiaco, un calendario, eso sí que no, para nada, ni hablar…
En todo caso, no te llevaría demasiado tiempo, sería una cosa rápida, pronto podrías montarte una exposición o vete a saber qué y vete a saber dónde y vete a saber cómo. A ver lo que daba de sí el asunto, si daba algo, para el rato que fuera, para un entretanto hasta el próximo trabajo medianamente estable, que ya se sabe que nada es eterno y menos hoy en día (esto de refunfuñar sobre el hoy en día se debe de haber hecho siempre, no sólo hoy en día, seguro que se hizo ayer y anteayer y se hará mañana y pasado mañana), en fin, pues eso, lo dicho, que nada es eterno y menos de un tiempo a esta parte, que todo dura tan poco, cada vez menos, pero en algo tenías que ocupar ese cuarto de hora que igual no duraría ni quince minutos…
Pues, mira por dónde, ese cuarto de hora, esos quince minutos ya duran quince años, de momento, sólo de momento… Quince años, se dice pronto, pero prueba a calcular cuántas veces se puede decir “quince años” en quince años… En quince segundos se puede decir quince veces, lo acabo de cronometrar.
Porque, a fin de cuentas (¿o habría que decir “a principio de cuentas”?), aunque de entrada sólo fuera para un cuarto de hora, aunque cupiera y se agotara en un carrete, no estamos hablando de un empeño reciente, estamos hablando, quieras que no, de un proyecto finisecular. Vamos, más que nada porque se te ocurrió a finales del siglo pasado, en las postrimerías del siglo XX, que diría un cronista rancio refiriéndose al siglo XX como si se refiriera al XIX. Y es que los cronistas rancios se pasaron todo el siglo XX muy decimonónicos ellos y en el XXI siguen igual. Y a poco que te descuides se te pega, en cuanto tienes una edad y como te pille bajo de defensas, en pijama y pantuflas, se te pega, te sobreviene como un achaque más, yo como que ya me noto los síntomas, ayayay, esa escritura de mesa camilla, ese tonillo de tertulia de café con picatostes, ¿cuándo he escrito yo así, tan carpetovetónico, qué me está pasando? ¿Demasiada radio carca? ¡Pero si sólo la tengo de fondo y pongo esas emisoras para troncharme, para partirme el pecho de buena mañana! ¡Y tampoco la oigo tanto, sólo de refilón y en dosis que yo creía homeopáticas! ¿Me habrá entrado algún virus por la oreja, en plan veneno hamletiano made in Spain? ¿Me estaré convirtiendo en uno de esos tipos rancios, que de tan antiguos que suenan por las ondas, más que como tipos casi te los imaginas como daguerrotipos? No sé si tú los sintonizarás para mondarte de vez en cuando vía internet desde Londres, o, por decirlo en rancio, allende el Canal de la Mancha, pero yo más vale que apague la radio y cambie de tercio si quiero que se entere de algo alguien más que tú, los lectores españoles y, a lo sumo y por ventura, algún hispanista británico afincado en la península.
Muchos pensábamos de chicos y de no tan chicos que el siglo XXI sería más marciano, pero qué quieres que te diga, visto lo visto, tampoco es para tanto. A pesar de los efectos especiales que, sobre todo desde septiembre del 2001, inundan los telediarios (¿para cuándo las noticias más macabras en 3D?) y a pesar de que cualquier chisme tecnológico se te queda obsoleto apenas lo desempaquetas, mientras empiezas a leerte el manual de instrucciones antes de enchufarlo, tampoco es para tanto. El siglo, digo. Llevamos ya una década y qué. Lo más marciano, por destacar algo, son los cigarrillos electrónicos.
Por lo demás, esto no acaba de despegar, por no decir que está embarrancado si no para el desguace. O igual soy yo, que he dejado de fumar hace diez meses y hace diez meses que estoy de un humor de perros, aunque no sé de dónde viene esa expresión o por qué la empleo yo, mis perros siempre están de un humor excelente, encantados de la vida. Soy yo el que tiene malas pulgas, el que está hecho un cascarrabias desde que me cuido la salud. Sobre todo cuando me siento a escribir. Ya no toso, pero me falta aquella niebla que me aclaraba las ideas. La punta encendida del pitillo en medio de esa niebla era como mi candil de Diógenes. La anestesista que me acojonó con posibles broncoespasmos y trombonosequés quizás me salvó el pellejo, pero a menudo sospecho que, salvando las distancias, me hizo lo mismo que Dalila a Sansón cuando le cortó la melena. No es tan bestia como lo que le hizo Judith a Holofernes, o sea, cortarle la cabeza, no es tan drástico, pero, según cómo, a veces no sabría decirte qué es más jodido, si lo primero o lo segundo. Bueno, dejémonos de jeremiadas, mejor no sigamos por ahí o acabaré recitándote la Biblia en verso.
En fin, ¿en qué estábamos? Ah, sí, que la crisis misma, ésta de ahora, parece más propia de aquellos vaticinios agoreros del tan cacareado “efecto 2000”, cuando se iba a parar el contador, nos íbamos a quedar a cero y se iba a acabar el mundo justo a las puertas del futuro. Y no. O tal vez sí. Tal vez se acabó el mundo y no nos hemos enterado. Quizás nos habríamos dado cuenta si hubieran cesado de cuajo y por completo las catástrofes, tanto las naturales como las provocadas o las accidentales. ¿Un mundo sin catástrofes? ¡Anda ya! ¿Cuándo se ha visto y por qué iba a verse así de pronto, de buenas a primeras? Que no. Si continúan, si proliferan, es que hay mundo. Porque las catástrofes sin mundo tampoco pueden existir. La ausencia de mundo es catastrófica para ellas. Las aniquila totalmente. Las catástrofes necesitan un planeta al que zarandear y a millones de seres a quienes putear. Si no, ¿en qué y de qué iban a cebarse? ¿Qué podrían estropear, si no hubiera nada? ¿A quién podrían damnificar si no hubiera nadie? Sin nada ni nadie son menos que nada y menos que nadie, porque no son algo ajeno al mundo, no provienen de otra realidad, no nos atacan desde otra dimensión, se cuecen en ésta, es el mundo lo que les proporciona todos sus ingredientes. Por eso digo que la actual crisis parece más cosa de antes, o sea, del apocalipsis anunciado para entonces, que de los mundos sin catástrofes de los utopistas de cualquier signo y los ecopublicistas cool, de las auroras radiantes que algunos soñaban o vendían para estrenar el siguiente milenio, la idílica nueva era, que es donde se supone que tendríamos que estar a día de hoy según aquellos iluminados o aquellos estafadores.
Lejos de los improbables futuros perfectos, atrancados en un presente más imperfecto de lo normal, en una normalidad más anómala que de costumbre o en una anomalía normalizada por la tan inconmensurable como impune y hasta escandalosamente recompensada desfachatez de sus irresponsables responsables y la resignación o el desaliento de casi todo el resto de los mortales, no sé si éste que nos ha tocado será el principio de siglo más finisecular de la historia, pero desde luego se parece más a una prórroga agónica del anterior que al inicio de algo nuevo y un pelín más halagüeño ni que sea. Difícil saber cuánto va a prolongarse, si ya estamos cerca del tiempo de descuento o los minutos de la basura o si, por el contrario, se va a cronificar, o, peor aún, clonificar como el día de la marmota, o a agravarse por momentos y a marchas forzadas, a degenerar en una serie o precipitado o traca final de fines de siglo comprimidos, sincopados, tartamudos, fines de siglo cada mes, fines de mes que tardan siglos en llegar o mensualidades que cada vez alcanzan para menos semanas, para menos días o para ninguno porque no las hay, ni se pagan ni se cobran.
¿Y por qué digo todo esto? ¿No estaré tratando de establecer forzadamente una especie de continuum contextual para justificar la duración de tu proyecto? Eso tendría cierta lógica si te hubieras dedicado a retratar vicisitudes, acontecimientos, los avatares del cambio de milenio, yo qué sé… Pero, ¿qué tiene que ver este panorama de fondo, ese marco coyuntural entre dos siglos, qué tienen que ver esos procesos y fenómenos globales con una propuesta de corte intimista como ésta tuya, con ese goteo en clave de tú a tú, de uno a uno, de mirada a mirada, de universo particular a universo particular, o sea, con tu apuesta conceptual y literalmente postperiodística? Postperiodística en lo que a ti respecta, pues arranca como quién dice en el momento en que dejas de trabajar en prensa, aunque entonces aún bailase en el alero la decisión de si de forma transitoria o definitiva. ¿Quizás aún baila? ¿O ya no para nunca jamás?
Además, ¿por qué tendría yo que justificar nada si tú eres el primero que no se ha preocupado en absoluto de hacerlo? Así que supongo que no era lo que pretendías al pedirme que te escribiera algo. Y menos a estas alturas, ¿para qué?, si ya no tienes que convencer a nadie. No estamos en esa fase embrionaria en la que todo está por hacer, en la que no hay más que una entelequia que hay que plasmar negro sobre blanco prefigurando retóricamente lo que todavía no existe más allá del limbo de las intenciones. No estamos en esa fase en la que hemos estado juntos tantas otras veces para tantos otros proyectos, cuando había que explicar lo que queríamos hacer para que nos dejaran hacerlo, y que nunca nos hubieran dejado hacer si de verdad hubiéramos explicado lo que teníamos entre ceja y ceja, lo que íbamos a hacer, incluso lo que hicimos sin haber imaginado que lo haríamos, lo que conseguimos sin proponérnoslo o lo que ni por asomo salió como esperábamos. Ésta vez esa fase ha brillado por su ausencia, te la saltaste a la torera y te quedaste tan pancho.
Total, para un carrete, tampoco era cuestión de escribir la biblia. Y dale con la biblia, cómo estoy yo hoy, menuda perra me ha cogido, parezco uno de aquellos predicadores buscavidas de los westerns, que entre el versículo tal y el versículo cual se sacaban un sobresueldo vendiendo elixires curalotodo y a los que más de una vez la biblia guardada en el bolsillo del pecho les salvó deteniendo la bala de un cliente indignado por el timo. El caso es que no fue un carrete, no ya uno de doce, que ya quedó claro de entrada que eran pocos (tal vez eso fue lo único claro que quedó de entrada), sino que tampoco te paraste en uno de veinticuatro o de treinta y seis.
¿Por qué, Antonio? ¿Por qué no te paraste tras el primer carrete? Aunque fuera un carrete metafórico, ¿por qué no te plantaste en los veinticuatro o en los treinta y seis? ¿Por qué seguiste y seguiste y seguiste y todavía no has parado? No es un reproche, ¿por qué habría de serlo, qué habría que reprochar? Es pura curiosidad, no tanto mía como por delegación de tantos conocidos o amigos comunes y dispersos que en tal o cual reencuentro a través de los años, cuando sale a relucir tu nombre se muestran perplejos de que aún sigas con aquello. “Aquello”, “aún”, dicen, con el ceño fruncido así como en perspectiva cada vez más acusada, en más de uno tendente al vértigo, y es que mientras tú “aún”, los hay que han dejado atrás varios “aquellos” (empleos, vehículos, domicilios, parejas, matrimonios y hasta alguna hipoteca).
Y bueno, sí, vale, de acuerdo en que por mi parte la del por qué sigues dale que te pego es una pregunta más bien retórica, pero tampoco tanto, no te vayas a creer, sólo hasta cierto punto. Sólo hasta cierto punto porque te la he hecho otras veces y siempre me la has contestado sólo hasta cierto punto. Como haces con casi todas las preguntas. Esa bruma galaica portátil que va siempre contigo, que te sacas del bolsillo como un impermeable de emergencia. Esa ambigüedad mercurial tuya, unas veces lacónica y otras locuaz, según te dé, a veces suspendida en los puntos suspensivos y a veces desplegada en una especie de variaciones Goldberg del mareo de la perdiz. Lo más asombroso es que haces que esa indefinición, en cualquiera de sus modalidades, suene categórica, taxativa, rotunda. ¿Dónde aprendiste ese juego de máscaras? Chez Lecoq, peut-être? Aunque seguro que en gran parte es innato, propio de tu naturaleza escurridiza, a la que las preguntas, incluso las más inocentes, se le antojan cepos o trampas que hay que sortear. No quieres ser rehén de tus respuestas. Y a menudo no encuentras mejor forma de salirte por la tangente que aparentando embestir frontalmente la cuestión con una sentencia más o menos lapidaria o más o menos tópica, siempre recursiva, a buen seguro no insincera, pero con la que eludes pronunciarte sobre algo que tú mismo no has resuelto, es más, que no has querido resolver porque, en el fondo, sientes que marcar un trazado te encajona, que fijar una meta es, según lo cerca o lejos que pongas el tope, empezar a echar el freno o, por el contrario, convertir (y pervertir) el impulso en obligación, en autocondena.
“Cada ser humano es prisionero de su propia libertad”, vas y sueltas por ejemplo. No dudo de que te reconozcas en esta frase, da igual de quién la tomaras prestada. La incluiste en una carta abierta bastante más breve que ésta que yo te escribo ahora. La tuya era un homenaje póstumo a un singular vecino de tu Costa da Morte, aquel náufrago voluntario llamado Manfred Gnädinger, también conocido como Man (Hombre) o el Alemán de Camelle que vivió durante casi cuarenta años entre las rocas, al borde del océano, reciclando artísticamente los regalos de las olas en un alucinante museo personal al aire libre por el que transitaba en taparrabos, hasta que el chapapote del Prestige tiñó de luto su jardín de piedra, espinas de pez y conchas marinas y él se dejó morir de puro desconsuelo. Ya ves, Antonio, mira por dónde asoman de nuevo los monstruos, los azotes, las plagas que no venían a cuento. Ni siquiera en el más íntimo y extremo reducto, ni al margen de los márgenes, ni en el último límite del finis terrae se está lo bastante lejos del mundanal ruido. Más de media vida soñando, construyendo un mundo aparte y “sin embargo sobrevino la catástrofe” como decía Borges en aquel cuento memorable, Las ruinas circulares. De Man, curiosamente, se conserva una carta manuscrita donde afirmaba que en su museo había nacido la filosofía más universal (por más simple) del mundo: la filosofía de que “todo es círculo”. Visto así, incluso el año de su muerte parecería corroborarlo con sus cifras palindrómicas, con su capicúa numérico, ese 2002 que se muerde la cola. O su nacimiento allá en la Selva Negra y el súbito mar negro que como la más negra de las pesadillas anegó en petróleo su último horizonte. Y quién sabe, acaso como el mago del cuento borgiano “el hombre, un día, emergió del sueño como de un desierto viscoso, miró la vana luz de la tarde que al pronto confundió con la aurora y comprendió que no había soñado. Toda esa noche y todo el día, la intolerable lucidez del insomnio se abatió contra él.”
Viéndole en las fotos que le hiciste en alguno de tus regresos a Galicia, más que en Robinson Crusoe, uno piensa en el magro y desquiciado Ben Gunn, el marinero abandonado por sus compañeros en La Isla del Tesoro. Sólo que Man había elegido conscientemente su destino, no había sido abandonado por nadie y su tesoro estaba a la vista en vez de enterrado. Man quería estar allí, no quería ser rescatado, al contrario que Gunn, o, desde luego, Crusoe, que de hecho es el prototipo opuesto: mientras Man es un anacoreta que, en el borde del mundo habitado, crea un paisaje insólito donde vivir su soledad y su diferencia, Crusoe es un pragmático, un industrioso que, en su azaroso y despoblado paradero, intenta reproducir tanto como pueda las trazas de la civilización, las condiciones materiales de la sociedad de la que procede y nunca pierde la esperanza de volver, cosa que consigue tras veintiocho años. Claro que los suyos son veintiocho años de papel, puesto que se trata de un héroe de ficción. No obstante, para crear a su personaje, Daniel Defoe se basó en las historias reales de dos náufragos, el español Pedro Serrano y el escocés Alexander Selkirk, el primero rescatado en 1534 y el segundo en 1709, tras pasar respectivamente ocho y cuatro años en un banco de arena del Caribe y en una isla desierta frente a Chile. Ocho y cuatro, doce, entrambos suman tres menos que los que tú llevas dale que te pego con “aquello”, Antonio.
Sí, ya sé que no es lo mismo, que ellos no se tiraron todo ese tiempo por gusto en su banco y en su isla, como tampoco Edmond Dantès, el conde de Montecristo, se tiró veinte años preso en el Castillo de If sólo por darse el gustazo de cavar túneles con el mango de una cuchara o fugarse finalmente disfrazado de cadáver con una bala de cañón atada a la mortaja y en caída a plomo por un acantilado. Vale, vale, Dantès, otro héroe de papel como Crusoe, pero al igual que Crusoe inspirado en alguien real, que en su caso fue un zapatero de París, un tal François Picaud, al que cuatro amigotes, celosos de su compromiso con una rica heredera, denunciaron como espía británico. Una calumnia, una insidia, obviamente. El pobre tipo, sin comerlo ni beberlo, se pasó en el trullo desde 1807 hasta 1814, lo que no será un récord, pero no deja de ser una putada que se te debe de hacer larguísima, sobre todo si eres inocente. Con esa clase de amigos quién necesita enemigos. Y en cambio, fíjate tú, un compañero de celda moribundo le reveló antes de espicharla el escondite milanés de un botín de aquí te espero o algo así, una auténtica fortuna de la que se adueñó Picaud al salir y con la que, bajo una identidad postiza, pudo darse el lujo de preparar una venganza de cocción lenta, nada de servirla fría, diez años se tiró cociéndola y disfrutando cada minuto mientras la cocía, igual que había sufrido cada minuto de su injusta condena. Diecisiete años en total, por qué no van a ser sumables ambos períodos por distintos que sean si el segundo es consecuencia del primero.
Tranquilo, Antonio, espera un poco antes de darme el premio a las comparaciones improcedentes, paciencia, que no te pido tanta como la que le impuso al impaciente Papa Julio II el pacienzudo por autoexigente Miguel Ángel durante los cuatro años que tardó en pintar la bóveda de la Capilla Sixtina. “¿Cuándo acabarás?”, insistía el uno, “Cuando termine”, replicaba invariablemente el otro. Vale, vale, Antonio, otra comparación improcedente, ni tú eres Julio II ni yo Miguel Ángel, o sea, ni tú eres Rex Harrrison ni yo Charlton Heston, ni tú eres el tormento ni yo el éxtasis, pero tampoco viceversa. Que conste que no estoy intentando invertir los términos para justificar mi tardanza en la entrega de este texto. O tal vez sí, bueno, sí, reconozco que sí, pero sin infatuación, eh, sin megalomanía, sin equipararme con los ejemplos citados, que sólo son eso, ejemplos, cada uno a su escala, de que a cada cual e incluso a cada quisque lo suyo le lleva el tiempo que le lleva, a mí lo mío por poco que sea cada vez me lleva más, sobre todo desde que dejé de fumar, desde que la locomotora no echa humo, y a ti lo tuyo ya lo estamos viendo. ¡Pero si cuando lo empezaste todavía era presidente Felipe González! Ya a punto de la “dulce derrota” frente a Aznar, pero ahí estaba aún.
Y, en honor a la verdad, no se puede decir que te demoraras, no fuiste precisamente a paso de tortuga. Desde luego que no, porque al principio querías rematar pronto la faena, para nada te veías más de unos meses en el tema, ni loco sospechabas todo el futuro que te iba a tomar. No sé cuánto tardaste en completar tu carrete metafórico, los treinta y seis que iban a ser todos y que sólo fueron los primeros. Igual fue cuestión de semanas, porque recurriste a los que tenías más a mano, a los contactos más accesibles de tu agenda de reportero gráfico. Tú cámara en ristre y yo cassette, habíamos hecho a principios de los noventa bastantes entrevistas a pintores y artistas plásticos para el suplemento dominical del Diari de Barcelona. Entonces, al trabajar juntos, compartíamos una percepción simultánea, intensiva, un ritmo periodístico. Pero esto que emprendiste por tu cuenta en el 96 era otra cosa. No tengo ni idea del origen de la idea, o sea, de cómo y por qué se te ocurrió eso de pasarle a un pintor una copia de una foto que le hubieras hecho y pedirle que te la devolviera intervenida artísticamente, tratada o manipulada a su antojo. No sé quién fue el primero a quien se lo pediste, o si primero no se lo pediste a nadie sino que alguien, por propia iniciativa, te devolvió redecorada o modificada por su mano una foto suya hecha por ti y a partir de ahí se te encendió la bombilla. Ni tampoco sé por qué no lo sé pese a todas las veces que te lo he preguntado, pero es que contigo ya se sabe que saber, lo que se dice saber, depende más de las propias conjeturas que de tus respuestas.
Aquello de que un grano no hace granero pero ayuda al compañero (que ya veremos cómo lo ponen en inglés, al igual que varias otras cosas por las que percibo de antemano la creciente inquina del traductor) es a menudo un lugar común de la avaricia disfrazada de caridad, la cantinela con la que el roñoso disculpa su raquítica limosna, pero en tu caso es un tópico positivo, que ilustra tu tesón para llenar el hórreo grano a grano y, antes que eso, tu disposición para ver en un solo grano un hórreo que llenar. Oye, si te toco mucho la gaita con los símiles gallegos de vez en cuando puedo ensayar otros, no sé, alguno más presuntamente urbano y cosmopolita, a ver qué te parece éste: sacas billete para un trayecto de cercanías y cuando te das cuenta te has subido al transiberiano.
Vamos, lo que quiero decir es que primero aplicas una diligencia ajustada a lo inmediato, pero luego, a veces enseguida, viene un punto de inflexión a partir del cual te embalas, te disparas hacia el infinito y más allá, como Buzz Lightyear.
Yo creo que tú viste ese punto de inflexión donde prácticamente todos los demás veían el punto culminante y, por ende, el punto final lógico y razonable del proyecto: en la exposición del 97 en la Galería María José Castellví de Barcelona, donde, bajo el título Del retrato al autorretrato, presentaste un centenar de dípticos (foto tal cual tú la hiciste + réplica intervenida por el artista correspondiente). Aparte de la numerosa y apretujada concurrencia, no recuerdo haber visto antes ni después mayor concentración de pintores y poetas visuales por metro cuadrado, tanto en las paredes como entre ellas, tanto en efigie como en carne y hueso, consagrados, emergentes y hasta outsiders mezclados y revueltos sin preeminencia alguna, como tampoco la había en el programa de mano, todos los nombres consignados por riguroso orden alfabético. Y qué decir de la inusitada diversidad de generaciones, estilos, escuelas, procedimientos, sensibilidades e improntas personales coexistiendo en estrecha contigüidad y en abierto, flagrante contraste, sin categorizaciones ni secciones ni etiquetas. Eso no es nada fácil de ver. Como tampoco a según quiénes juntos, ni que sea meramente yuxtapuestos en un espacio común. El milagro lo obró tu relación individual con cada uno, lograr primero que cada cual se prestara al juego de tú a tú contigo y luego a formar parte sin condiciones del conjunto, fueran quienes fueran los demás. La clave, no pretender una meliflua armonía de todos con todos, pero tampoco aceptar vetos de nadie. No sucumbiste a ningún sectarismo, lo cual es muy de agradecer desde fuera, y creo que también lo agradecieron los implicados, contentos de participar en una propuesta desprejuiciada, lúdica, exenta de solemnidad y de protocolo, sincera y próxima, singularmente plural y cuya originalidad fue reconocida por la ACCA (Asociación Catalana de Críticos de Arte) al otorgarle a la Castellví, explícitamente por haber albergado esa exposición, el premio a la Mejor Galería del año. Algo que ahora mismo no podría reeditar, porque cerró sus puertas en 2010. Tú, en cambio, sigues en la brecha, con el mismo proyecto. O con su prolongación, vaya, que a mí me da que decidiste ya en la inauguración misma, en pleno vernissage, o, como muy tarde, el día en que descolgabas de la sala de marras aquellos primeros cien dípticos. Porque ésa es otra, los descolgaste todos, nada de venderlos por separado, debían permanecer juntos, querías preservar la integridad del conjunto. Ya verías cómo. Por de pronto, te los llevaste de vuelta para casa. Y la familia iba a crecer y crecer…
¿Qué sentido tenía proseguir después de aquellos cien, reincidir en la misma fórmula ya expuesta, en el mismo juego dual, sólo que ampliado a más y más participantes? Seguro que más de uno te lo ha preguntado, yo desisto de hacerlo porque entiendo que para ti tendrá sentido mientras no te lo preguntes, mientras no te enredes en el dilema hamletiano de seguir o no seguir. ¡Y menudo eres tú para pararte en preguntas! Con tal de no responderlas, eres capaz de dar la vuelta al mundo las veces que hagan falta.
De hecho, en los tres años siguientes apenas tuve noticias tuyas, no sabía ni a dónde te habías mudado ni en qué cosas andabas hasta que nos topamos casualmente en una esquina de la Vía Layetana, frente a un Palau de la Música rodeado de grúas. Tú vivías por allí y yo trabajaba a muy pocos metros como colaborador de Barcelona Televisió. Vaya, qué casualidad, y tú qué tal, dónde te habías metido. “Ya voy por los 400”, me… ¡respondiste! Desde luego, tu primera respuesta en tres años no tenía desperdicio. Había que aprovecharla, estábamos en el 2000 y la próxima podía ser bien entrado el siguiente siglo. De modo que se lo dije a Eva Mora y ambos te hicimos aquel documental para la cadena municipal, que titulamos “Autoretrats de l’obsessió” (Autorretratos de la obsesión).
En el documental te quejabas del vía crucis burocrático que suponía tratar con las instituciones para darle salida al proyecto. Te fastidiaba tener que bregar con funcionarios y comisarios que o bien te daban largas o a lo sumo te ofrecían opciones parciales, restrictivas, selectivas, cuando no absurdas y mentecatas. Que si los más conocidos, que si una pequeña representación itinerante, que si por qué no hacías lo mismo pero con unos cuantos políticos en vez de con pintores… Y ya ni hablemos de alguna solución que diera acomodo estable y digno a toda la colección, pronto no darías abasto para almacenarla, no todas las obras eran tan planas como pudiera pensarse, algunos artistas habían incorporado prótesis, relieves o volúmenes a su réplica. Nadie se hacía cargo de la magnitud de la empresa y mientras tanto tú seguías aumentándola como poseído por una urgencia terminal, acumulando dípticos como Noé reclutaba parejas de cada especie, llenando tu Arca de Nodar como si tuvieras que salvar a cuantos más mejor del Diluvio Universal, el Juicio Final, el Chapapote Fatal o lo que fuera a ocurrir con las últimas doce campanadas del siglo. O quién sabe si de la Hora Fecal, aquella plaga que profetizabas chuscamente desde las cloacas de Barcelona, donde pasaste varios días de abril del 86 encerrado en una de nuestras experiencias de Arte Claustrofóbico junto con otros miembros del K.R.A (Kol·lectiu de Recerques Artístiques).
Tras el documental volviste a desaparecer por un tiempo, como sueles hacer sin preaviso y hasta nueva orden. A veces pienso cuánto sumaría el tiempo real que nos hemos visto en estos últimos quince años. Quizás no llegue a una semana juntando los ratos. Hubo periodos en que ni sabía si estabas vivo o muerto. Hasta que un día llamabas por teléfono y retomabas el hilo de la conversación como si tal cosa. Yo seguía con el mismo número (de teléfono) y tú seguías incrementando los números de tu empeño (500, 600…). El cambio de siglo te pilló en plena faena y el proyecto pasó de finisecular a transecular y lleva camino de continuar per saecula saeculorum aunque tengas que hacerlo desde la Santa Compaña. Pasó de los carretes y las cubetas de revelado a las tarjetas de memoria y los discos duros, de la vieja Leica a la Leica digital, de la conurbación barcelonesa o las comarcas catalanas a otras zonas de España o de Europa (Madrid, París, Londres…) en proporciones desiguales, irregulares, nada programáticas, poco asimilables para mentes comisariales. Por suerte gozabas de la comprensión y el apoyo de Elsa Peretti, de su hospitalario refugio ampurdanés de Sant Martí Vell, para cuando tus huesos o tu espíritu lo necesitaran, y luego estaban los amigos esparcidos por el mapa de tu vida, tantas casas donde tenías un hueco seguro. El proyecto siguió al ritmo de tus andanzas o tus andanzas al ritmo del proyecto, obedeciendo a tu dinámica vital, a tu talante errabundo, peregrino, ramificándose en racimos de nuevos conocidos, asomándose a la luz característica, a la peculiar atmósfera de cada estudio o taller, colocando el espejo de tu mirada frente a cada rostro para que cada cual se tomara su tiempo retocándose o reinventándose ante tu espejo y te devolviera su reflejo cuando le viniera bien, algunos enseguida, otros tras meses o años, algunos ya se fueron, otros siguen ahí esperando, hace mucho que captaste su imagen pero olvidaste mostrársela o no tuviste ocasión, y cuando la reciban se verán también en el espejo del tiempo, en esa alquimia extraña que fija tu recuerdo y eres tú el que emulsiona frente a él como un Narciso envejecido y perplejo, no debe ser lo mismo enfrentarte a tu imagen inmediata o más o menos reciente que a la cara del tiempo que te mira con tu cara de antaño, que ahora es suya y no tuya, a ver cómo la pintas, seguro que ya no como cuando era tu cara. El tiempo, Antonio, el tiempo es el autor de todo, el tiempo que nos hace y nos deshace para rehacer el mundo donde habitan todos nuestros mundos personales, también el de aquel hombre que vivía en su mundo al borde del mundo cerca del fin del mundo, y cada uno de esos mundos a los que has mirado a la cara, caras por las que ha pasado el tiempo del mundo y ahora miran al mundo de todo aquel que abra las páginas de este libro, no están todos, tiempo habrá, seguro que ya andas por los 1000, que contigo serán 1000 y 1, mil y un mundos, mil y una historias como las que cada noche contaba Sherezade para seguir viviendo, igual que haces tú, que siempre estás contando una historia, pero nunca la misma.
José María Muñoz Rovira (“Humphrey”) 21 de febrero de 2011.
Text © Eugene Power London 2017
Since a ‘game’, to use Antonio’s word, of question and answer is a major theme of this project, it seems fair to start with the question: Why does a visual book need a written explanation? First of all, the volumes are just one aspect of a project that is far reaching, and encompasses so much more than a limited edition art book could ever hope to; and this needs to be explained. Secondly, the questions of authorship, and what kind of art the project is needs to be answered.
On the question of authorship, a duality exists that is a reflection of the dualistic nature of the collection, because although Antonio Nodar is the project’s executor, the contribution made by the artists puts them in the position of co-authors, and indeed collaborators in its execution. To understand the project as a work of art it is necessary to know what, in its entirety it comprises of. But it would be impossible to entirely define it, as this would be what Antonio says is an “endless” pursuit. The ability of the project to defy definition is what marks it out as significant. The key to its significance lies in the way the project incorporates different and opposing elements that are never fully resolved.
The portrait that Antonio gives the artist to work on challenges them because it is a photographic work of art, and therefore cannot be improved upon, only transformed, so it confronts the artist with themselves in a way they cannot hide from, in the fine quality of the image and the masterful way it is composed, at least not in the first instance. However, by exercising their aesthetic sensibility and creative imagination, they find a way to side step the dilemma presented by this remarkable photographic rendering of them in the way they treat it. The question posed for the viewer of interpreting the connection between the photographic portrait and the artist’s treatment of it is the result of seeing two very different, but intimately interconnected visual representations of someone side by side.
Added to the viewer projecting themselves into the subject, is the dilemma of which
image is a more true representation of subject, and also, what do both images together tell the viewer about the person. In this way the images of the diptych intensify eachother and, like complimentary opposite colours they mesmerize the viewer, as their gaze shifts with small, rhythmic turns of the head over and back from one to the other, in a kind of dance that leads to considering whether this is some new form of kinetic art
Text © Eugene Power London 2017
Text ©2012 Mariona Milla
“El fotògraf dels mil” s’anomena així pels mil retrats d’artistes plàstics d’arreu del món que està a punt d’aconseguir. Dic del món encara que no sigui exactament de tots els països del planeta com és absolutament obvi. Aquesta dimensió em fa pensar enla simfonia núm. 8 en mi bemoll major de Gustav Mahler, anomenada “la simfonia dels 1000” doncs requereix la participació d’un miler de músics entre instrumentistes i coristes, encara que moltes vegades no pugui interpretar-se amb mil executants. Si bé Mahler no va aprovar aquest sobrenom per a la seva simfonia, a Nodar sí que li plau que l’anomenem “el fotògraf dels mil”, ja que és honest i li és una Tita per completar el seu “proyecto” . Ho dic així, en castellà, perquè quan ell el tenia al cap només esbossat, vam tenir una conversa, de les que es tenen entre col.legues ideia: “estoy trabajando en un proyecto, que sólo sé que ya ha empezado; lo que no sé es cuándo acabará, si acabará y como acabará, pero voy a hacerlo, porque tengo que hacerlo”
Els artistes plàstics -com en altres disciplines, ja ho sé- sempre projectes. Molts no es realitzen, però molts d’altres sí, si són especialment bombardejadors. ens hi sentim empesos per alguna raó espiritual, interior, -perquè de les opinions de l’exterior no en fem
gaire cas-, que ens els dicta, ens empeny i ens obliga. El de Nodar és un d’aquests projectes als quals no es pot renunciar.
L’artista Nodar ho fa tot sol. És el creador, l’impulsor i el perpetrador, l’oTiciant i el celebrador. És qui ha cercat els primers artistes, els quals després n’han cercat de nous. Ell diu que la selecció la fem nosaltres mateixos perquè quan creiem en l’obra d’un company, volem que també hi sigui incorporat. És estimació i respecte. I i orgull: també en formar part dels mil de Nodar, és un luxe al qual només ell ens podia convidar.
Aquest designi és un ésser viu, que creix exponencialment i que podria augmentar sense control perquè s’autoalimenta; és hermafrodita doncs s’autofecunda i s’autosatisfà, és divertit com observar un calidoscopi, és comunicativament ric, perquèobliga als artistes -que tot sovint anem a la nostra fent el “campi qui pugui”-a connectar-nos entre nosaltres i a compartir la nostra entitat i també el nostre, més o menys modest ego, dins d’un macro llibre, on les cares es toquen pel davant a be pel darrera.
També és com una mena de Titxer policial (això no li agradarà gaire a l’Antonio, però estem tots Titxats!) I d’altra banda és com un àlbum de records nostàlgic, doncs fa tant de temps que el va començar que alguns, en les fotograTies ja no ens hi reconeixem, i potser alguns voldrien ser encara aquells.
És també un DNI on l’artista es despulla i Nodar ens ha enxampat, doncs ens nuem alhora que manipulem l’obra que ell ha fet. En moltes ocasions i en el meu cas va ser així, em vaig sentir en certa manera invasora en l’obra de l’artista i poc respectuosa amb la seva fotograTia. La vaig transformar tant, que, el rostre va esdevenir amb pintura, allò que jo volia ser, no amb allò que ell em deia que era! És clar que ell ja ho tenia previst, és més, és el que ell ens ha anat provocant: la disputa estètica i d’auto-reconeixement de la pròpia identitat. I de retruc, el diàleg al qual ens força.
És també un vademècum d’artistes a l’entorn d’un nucli creador, on s’hi troben referenciats, cara biograTiada, tècnica pictòrica o dibuixística, i singularitat artística del fotograTiat.
Hi trobo alhora, equivalències amb algunes de les grans obres internacionals més importants, que s’hagin creat mai i que són referents mundials. Deixeu-me’n citar almenys una i per sort i gran orgull com a conciutadana, una de molt propera:
l’Onomasticon Cataloniae de Joan Coromines, el nostre Tilòleg. Una obra cabdal que tots hem de conèixer, sobretot perquè és una eina imprescindible per als Tilòlegs de totes les llengües.
L’Onomàsticon Cataloniae com sabeu és una obra etimològica que explica l’origen dels noms de persona i els topònims antics i moderns, emprats a diferents territoris de parla catalana: Principat de Catalunya, País Valencià, Illes Balears i la Franja de Ponent. és el fruit de més de seixanta anys de dedicació (1931-1994)
Cormines va morir amb més de noranta anys. Havia dit que “quan posi la darrera paraula me’n vaig” i ho va complir Til per randa.
L’obra conté més de 400.000 topònims vius recollits en enquestes orals realitzades en uns dos mil municipis, als quals cal afegir antropònims i topònims antics registrats a documents antics i moderns consultats pel mateix Coromines.
Amb això vull dir que Nodar està fent el seu onomasticon plàstic, si em permeteu aquest híbrid, té camí per seguir les passes de Coromines pel que fa a l’excel.lència del seu treball: la recerca i la tenacitat explorant el món i retornant als seus reductes fortiTicats d’amics com la seva Galícia natal, Barcelona, Madrid i especialment Londres, on resideix.
L’esforç titànic de qualsevol d’aquestes obres, la de Coromines o la de Nodar, només pot sortir d’una persona generosa. Una mala ànima egoista, no hauria iniciat mai aquest repte del qual es beneTicia tanta gent i que en el futur, es miraran estudiants i estudiosos d’una època, doncs ell està fent crònica del seu temps. Més aviat hauria procurat per a ell mateix com diu una frase feta catalana. Nodar està donant molt i els artistes li volem retornar part d’aquesta entrega.
Vull concloure dient que, malgrat que hem participat en la seva feina, ell és qui en té tota la responsabilitat i qui arrossega tota la càrrega, juntament amb la Fundació i altres col.laboradors i amics. Tanmateix també vull tocar el crostó a les institucions polítiques i culturals tant el nostre país, Catalunya, com d’Espanya, que tristament i amb immensa decepció per part meva,davant d’aquesta obra magna ni hi senten, ni hi veuen, ni en parlen i ni actuen. I no és perquè ara sigui un moment crític amb altres prioritats socials urgentíssimes, no, perquè aquest projecte, l’Antonio el va iniciar en època de vaques grasses. És perquè continuem sense valorar la feina dels artistes que viuen i treballen aquí, perquè s’ignora que un país amb una cultura pobra és un país abocat a la mort identitària i el preludi de la seva mort deTinitiva. Han de venir de fora a dir-nos què és i què no és bo perquè creguin en les obres professionals i ben fetes, i innovedores?
Doncs no! Nosaltres, els qui som aquí, i molts més que valorem la cultura, lloem més encara aquesta gran obra, pròpia d’un tità, que treballa en solitari voltant pel món, com ho féu Corominas, per divulgar l’art i els artistes, els qui treballem per mantenir vives les emocions humanes, i els batecs més ancestrals i les emocions dels pobles que cadascun de nosaltres modestament representem.
L’Obra superlativa de Nodar, ja és un referent mundial i malgrat que aquells haurien d’estar exultants, fan ulls clucs al projecte. Ha de ser a les biblioteques públiques; per al gran públic, per als universitaris i per als especialistes, que sí que es mereixen tenir-hi accés i per als col.leccionistes que Nodar conrea.
La més fervorosa felicitació, doncs, per aquesta única i ciclòpia obra, “Del Retrat a l’ Autoretrat”- “From Portrait
to Self-portrait” d’Antonio Nodar, “el fotògraf dels mil”
Mariona Milla
Text ©2014 José María Laredo Cordonié
O proxecto “p2sp” (… from portrait to self-portrait…) parte dunha galería de retratos fotográficos de artistas feitos por Antonio Nodar e, nunha segunda fase, a conversión destes en autorretratos. Polo tanto concorren no plan tres elementos a ter en conta: o retrato de artista, o autorretrato e a galería de retratos.
… RETRATO …
O escritor francés Guy de Maupassant, no seu conto “Hautot pai e fillo”, di ao describir un personaxe que “… mostraba nas súas vermellas meixelas unha fina trama de veíñas moradas semellantes aos afluentes e aos corpos tortuosos dos ríos nos mapas de xeografía“. Se entre as liñas dunha cara somos quen de atopar o mapa máis complexo e a paisaxe máis fermosa, é porque nun rostro colle o Universo todo. E se unha faciana é o espello do mundo, dun mundo interior, o que o ve e o revela é o artista. Por iso o retrato sempre foi un dos xéneros máis recorrentes para expresar o sentir dun creador.
A intención do retratista precisa do consentimento do modelo, da súa complicidade. Pero, xa desde o mito, sabemos do desexo dos seres humanos de contemplar a súa propia imaxe. Mirarnos no espello e, cando é posible, mirarnos a través da mirada allea, saber como somos vistos. E pasar á posteridade fixando a nosa efixie para sempre, nese afán absurdo pero tan humano de vencer á morte.
Así e todo a representación da propia figura non sempre estivo ao alcance de todos, senón so de aqueles que desde a poltrona o podían permitir. Asumida a misión primeira de salientar aos que ostentan o poder, pouco a pouco vai xurdindo unha función documental. Hai cidadáns que merecen ser recordados polos seus propios méritos mais aló da súa posición social. Mesmo hai artistas que buscan entre a xente humilde os modelos para os seus cadros de capricho. E así a representación da figura individualizada vai evolucionando en forma e contido. Desde a descrición exacta e fiel, “do natural”, coa máxima obxectividade, cara o retrato psicolóxico no que o retratista debe captar os “signos da alma”. Do fondo neutro no que destaca a figura, á escolla dun entorno espacial, un encadre, unha postura e un xesto. E respecto ás técnicas, do óleo ou o pastel para os personaxes egrexios ao debuxo a lapis ou o gravado nas súas diferentes variantes, como formas máis axeitadas para a súa venta e reprodución masiva.
Vai ser a fotografía a que estenda sen límites a posibilidade de ser retratado, aínda que non se pode dicir que por iso compita coas outras técnicas, senón que desenvolve ese desexo de fixar a imaxe de cadaquén. Por economía e por accesibilidade. E revoluciona o retrato como unha máis das artes porque a fidelidade do retrato fotográfico liberou ao pintor do naturalismo, da procura do parecido, ao tempo que representou como ningunha outra o instante, o momento real, o efémero. Esa accesibilidade, e o feito de que todo o mundo faga fotos hoxe podería restarlle ese “algo” artístico, ese toque adicional que o converte en arte. Por iso un bo retrato fotográfico que suscite a fascinación pola imaxe doutra persoa so está ao alcance dos verdadeiros creadores.
… RETRATOS DE ARTISTA …
Cando o retratista, liberado en maior ou menor medida da presión do encargo, pode elixir o modelo, faino cos seus próximos: amantes, familiares, amigos e colegas. O feito dun artista retratar a outro xermolou neste contexto. Nun primeiro lugar serían estudos cun fin particular e privado. Pero decontado foron espertando o interese dos demais e comezan a aparecer en coleccións privadas dalgúns nobres como os Médici. É a época do Renacemento, cando os artistas acadan os primeiros triunfos no recoñecemento da súa dignidade e vanse incorporando ao grupo dos personaxes ilustres que merecen ser retratados.
No Museu Cau Ferrat de Sitges atópase un cadro titulado “Retratándose” que está asinado por Ramón Casas e Santiago Rusiñol. Pintado “a catro mans” en 1890, está considerado como un duelo entre artistas xa que nel aparece Casas pintado por Rusiñol e Rusiñol pintado por Casas nunha mesma escena. De artista a artista: miradas entrecruzadas que se completan entre si. A amizade e mutua admiración entre compañeiros de profesión foi sempre frecuente, pero tamén a rivalidade e a turbulencia nas relacións entre os “nacidos baixo o signo de Saturno” (título dun libro dos Wittkower), que se consideran moi diferentes á “xente normal”. Segundo recollemos do citado libro “existe a crenza, case unánime, de que os artistas son, e sempre foron, egocéntricos, caprichosos, neuróticos, rebeldes, informais, licenciosos, estrafalarios, obsesionados polo seu traballo e de difícil convivencia“. É dicir, … como case todo o mundo.
Cando o artista é o retratado coñecemos tamén o universo da súa mente e nos introducimos no conxunto da súa obra a través da mirada de outro. É un documento da súa biografía. Se un artista retrata a outro artista está xogando dalgún xeito ao espello, xa que o resultado forma parte dun autorretrato colectivo.
E é que o autorretrato non é máis ca unha variante do retrato de artista. Tradicionalmente tense entendido como un estudo, un exercicio técnico ou de estilo para quen non pode dispoñer doutro modelo. E ademais proporciona un grao de liberdade total, porque a intención non era, en principio, a súa exposición pública. Aínda que vistos os resultados obtidos, a súa espontaneidade e autenticidade, o público foinos reclamando. E a partir de aí todos os grandes nomes da arte occidental, desde o Renacemento, tense autorretratado. Mesmo por veces fixérono dun xeito algo obsesivo.
Para a necesaria mirada do espectador, o autorretrato é efixie e máis creación plástica, implica que o artista está nas dúas beiras. É observador e observado. E polo tanto, consciente dese desdobramento o creador acaba por deixar voar o subconsciente para mesturar nunha soa imaxe o que é e o que quixera ser, xogando coas posibilidades da arte para o engano e pasando dunha figura realista a outra ideal.
… GALERÍAS DE HOMES ILUSTRES…
O afán por distinguir iconograficamente a unha serie de personalidades nun determinado campo de actividade pública deu lugar ás “galerías de homes ilustres”. Ante a crecente magnitude de personaxes públicos de interese é preciso facer unha escolla e salientar aos máis egrexios de cada ámbito. A
presencia de artistas nestas galerías data tamén da época do Renacemento. Algunhas están hoxe en coleccións públicas e privadas. Pero xorden igualmente as galerías impresas, con retratos gravados e textos coa biografía do personaxe. Xa na segunda edición das “Vidas” de Vasari aparecían retratos dos artistas. En España, Pacheco, que sería logo mestre e sogro de Velázquez, fixo un “Libro de verdaderos retratos” no que se percibe a idea de recompilar todo o saber do seu tempo e no que inclúe tamén a compañeiros artistas. Esta corrente mantívose nos séculos seguintes en case todos os países europeos.
Xa a mediados do XIX o debuxante francés Nadar merca unha cámara fotográfica e comeza a facer retratos dos parisinos máis populares coa intención de utilizalos para as caricaturas que sacaba na prensa. Publicou algunhas baixo o título de “Panthéon Nadar“, pero logo seguiu facendo retratos fotográficos que rematarían por constituír un corpus en si mesmo, e do que poderiamos tirar toda unha galería de pintores da xeración dos impresionistas.
Na época das vangardas outros artistas quixeron deixar constancia do aspecto dos seus propios compañeiros. Se os fauves se pintaron os uns aos outros, o fotógrafo americano Man Ray converteuse á súa chegada ao París dos anos vinte no retratista oficioso dos dadá e dos surrealistas.
En España tamén houbo casos que reflicten esta camaradería entre artistas a través de series de retratos como os debuxos ao carbón que fixo Ramón Casas en Barcelona, moitos deles de corpo enteiro; ou a longa serie de “Hombres de mi tiempo“, de Daniel Vázquez Díaz, a maioría tamén debuxados e que, como “biografías pintadas”, foron publicadas na prensa acompañadas de textos escritos polo propio pintor andaluz.
Algúns galegos tamén traballaron para deixar unha galería dos máis egrexios cidadáns contemporáneos. Cómpre mencionar ao gran Álvaro
Cebreiro, coas súas “caricaturas arbitrarias”, como lles chamou Castelao, máis ben retratos sintéticos ou de carácter de moitos dos seus compañeiros de xeración, que comezou a publicar nos anos vinte. Máis tarde, xa nos setenta, foi Luís Seoane quen publicou na prensa as súas “Figuracións”, xuntando un bosquexo a tinta dunha figura relevante do momento e un breve texto escrito tamén por el mesmo.
… ÁLBUM “GALICIA”…
Neste camiño anda desde hai xa bastantes anos o galego Antonio Nodar. Coa idea de establecer un diálogo de vocación universal entre artistas, comezou unha escolma sen máis criterio que o da afinidade persoal e a vontade dos participantes, e a partir do retrato que lles fai trasládalles a iniciativa a eles para que procedan con liberdade.
Mirando un pouco para o “Álbum Galicia”, para o que o fotógrafo, que leva anos vivindo fóra, achegouse a retratar aos 168 artistas presentes na exposición, percibimos esta sensación de colectivo traballando nun proxecto común sen afán de protagonismo. Nodar encóntrase cos homes e mulleres participantes en lugares para a creación: museos, galerías, estudios ou espazos ao aire libre onde atopamos a arte en plena efervescencia. E por iso escolle normalmente o plano medio nos retratos, para que percibamos ben ese entorno concreto e quede marxe para a segunda parte do proceso.
E despois busca a ollada directa, de fronte. Así cada retrato en orixe é un diálogo cara a cara do artista co retratista, e desde que nós o vemos, co espectador que substitúe a este, ou cando menos comparte o seu espazo, a súa ollada. A partir de aí, Antonio so vai ser anfitrión, o que propicia a experiencia dobre de verse retratado e intervir sobre a propia imaxe.
Rara vez eloxiamos o espello, pero este proxecto ofrece a posibilidade de rachar con el e crear unha imaxe ao gusto. Por suposto, unha imaxe artística. A verdade da foto inicial ten unha segunda oportunidade: o retratado ten que “devolver a pelota” e complicar o asunto ate onde voluntariamente chegue. Así o tema funciona como unha catapulta, ás veces con mellores froitos que a liberdade plena.
Os resultados dunha mostra de artistas tan numerosos como diversos adoitan ser desiguais. Neste caso o vínculo mantense desde o punto de partida coas fotos de Nodar, e o entusiasmo manifesto dos participantes fai que todos sumen ao fato e non haxa decepcións. Temos que resistir a tentación de citar nomes. Dunha relación de case douscentos, sería inxusto e pouco revelador. Precisamente o proxecto recalca a igualdade de trato dado a cada un. E as respostas dos artistas de “p2sp” cadran coa época ecléctica na que vivimos. Asumidas as vangardas históricas como parte da bagaxe común, cada individuo escolle o seu camiño e todos son válidos, todos conviven sen problema ningún, enriquecendo o panorama da arte galega, neste caso. E ao espectador quédalle gozar sen complexos desta variedade como un ben, á espera de que outros camiños sexan abertos para acoller a novas xeracións e novos tempos.
Están representadas todas as técnicas, desde a colaxe ao recorte, e todo tipo de manipulacións da imaxe. Entre as opcións máis recorridas, a de pictorizar a imaxe fotográfica, ou utilizala como pretexto para a súa propia concepción estética. Nalgúns casos profúndase nese estilo persoal máis alá do tema, xogando co límite das regras. Pero noutros casos é a actitude fronte á propia imaxe a que dá xogo. Ofrecer parte da intimidade ao público é tratar co pudor. Hai quen respecta o seu físico, hai quen o ignora, quen o oculta, quen o resalta. Coa plena incorporación da muller á arte, en condicións de igualdade,
nestas actitudes vemos a diferenza innegable. Eles, xeralmente máis parcos, móvense entre a forza xestual e o humor, máis proclives ao aceno e a desvirtuar sinistramente a imaxe orixinal. Elas, máis afeitas á maquillaxe e a sedución, coidan a súa efixie con esmero e aceptan con agrado este sutil xogo de máscaras. Precisamente a reivindicación do feminino na arte das últimas décadas está marcada pola autorreferencia, polo uso da propia imaxe como unha opción íntima e persoal.
En calquera caso, analíticos ou sintéticos, respectuosos ou radicais, con ou sen pudor, todos aproveitan a oportunidade de ser outros sen deixar de ser eles, artistas. E agora o espello somos nós. O artista está na outra beira. E diante de nós percibimos esa idea de colectividade alegre, viva, heteroxénea e creativa. E o descubrimento deste estado pletórico da nosa comunidade artística debémolo a Antonio Nodar, que nos prestou os seus ollos e o seu entusiasmo.
Nada hai como un sorriso ou unha ollada para responder ás nosas preguntas. Non hai nada como un rostro e as súas infinitas formas para obter respostas aos grandes enigmas. E aínda preguntan sobre a vixencia do retrato. Se a imaxe dunha persoa transmite vida, por que fuxir da súa representación?
José María Laredo Cordonié
Text ©Sandra Storms Kropf, Ruby Sue Clifton Middle School
Extract
Lesson Two: Exercises in Photographic Media-Mixes and Manipulation
Background for Exercise I: Drawing/Painting and Manipulated Photographs
In the collaboration project From Portrait to Self-Portrait there is creative dialogue between photographer Antonio Nodar and other artists, like Antonio Tapies. Nodar offers artists a photograph as raw material for a self-portrait. When the finished self-portrait is returned, Nodar pairs it with his original photograph as a set (Nodar).
In open-ended interactive discussion the class will compare collaborative portrait /self-portrait with other artworks by Tapies, deconstructing for art media, photographic elements, art elements/principles, symbols, themes/issues, view point/dialogue. What is the dialogue between the artists? What techniques does Tapies use in these artworks?
Text © 2011 Nando and Esa Peretti Foundations.
La edición del libro “From Portrait to Self Portrait”, representa un proyecto abierto, innovador y único en su género que llevó a la “Elsa Peretti Foundation” a implicarse de pleno en él y colaborar con su creador.
Se trata de una idea genuina que aúna creatividad y originalidad y que ha significado la participación activa de más de mil artistas de diferentes disciplinas y procedentes de diversas partes del mundo.
El objeto y espiritu de nuestra fundacion lo constituye la promoción y difusión de la cultura y el arte en sus más divesas expresiones y ámbitos; es precisamente la colaboración y apoyo a este tipo de proyectos e iniciativas lo que da sentido a nuestra entidad.
Nando and Elsa Peretti Foundations 2011